Se piensa que en invierno cuando hace frío no hay flores. Pero justo en esta época del año, en las praderas de La Vera se forma un tapiz de diminutas flores amarillas, de caléndula silvestre denominada también maravilla silvestre. Su nombre en latín es caléndula arvensis, que significa de campos cultivados, y en nuestra zona es más frecuente encontrarla en olivares, viñedos y zonas ajardinadas.
La caléndula silvestre tiene las mismas propiedades que la caléndula officinalis o botón de oro, más grande con tallos de 20-55cm de altura, con flores más anaranjadas y que se usa en la medicina y la cosmética. Ambas son de origen mediterráneo, y la presencia de nuestra caléndula silvestre se extiende por toda Europa central y del sur, llegando igualmente al norte de África, y Oriente Medio hasta la India y Afganistán.
La caléndula tiene un alcanfor o resina que deja una sustancia pegajosa en los dedos al recolectarla, y que es la que le confiere la resistencia al hielo y al frío a ras de suelo. Es allí también donde se encuentran sus principios activos. Se le conocen propiedades antiinflamatorias y cicatrizantes muy poderosas, además de suavizante y calmante para la piel. Está asociada con la infancia al ser la crema o el aceite de caléndula una de las más eficaces como crema de pañal para tratar las irritaciones en el culito del bebé. En la medicina popular también se le adscriben propiedades antibacterianas y fungicidas, con aplicación en para tratar la cándida en las mujeres. Y finalmente, sus propiedades calmantes, antiinflamatorias y cicatrizantes son también de gran utilidad en la vejez para tratar las escaras o llagas de presión que sufren alguna vez los mayores.
En gastronomía se pueden usar sus pétalos como colorante en sustitución del azafrán o para dar un toque de color a las ensaladas. Son ricos igualmente en mucílagos, que favorecen el tránsito intestinal.
Como las flores de la caléndula silvestre que crece en La Vera son diminutas y además contener poco aceite esencial, hay que recolectar una gran cantidad para poder prepararlas en maceración en aceite de oliva u otro aceite de larga duración. Es recomendable secar las flores antes de macerarlas para evitar que sus bacterias y levaduras contaminen al aceite. Se debe realizar la maceración al abrigo y en la oscuridad.