Maribel Sanchez, la cabrera de La Vera de Gredos.

Autor Diane Cambon

Reconozco que a veces es muy duro pero es muy gratificante y me aporta muchísimo. Las cabras me lo dan todo«

El oficio de cabrera lo lleva incorporado en los genes. Maribel Sánchez y su familia se dedican a la ganadería desde hace cinco generaciones en estas tierras altas del Raso cercanas al pueblo de Candeleda. A sus 49 años, esta madre de dos hijos lleva sola un rebaño de 250 cabras veratas, un tipo de raza caprina en peligro de extinción. Todos los días del año, y sin importar el tiempo que haga, sale a pastorear sus cabras, recorriendo una media de 10 km diarios. Aunque reconoce que es una actividad sacrificada, las cabras representan toda su vida. «Suelo bromear diciendo que las cabras son mi heroína, estoy enganchada a ellas y no puedo vivir lejos de este animal», asegura Maribel con su habitual sonrisa.

Su experiencia fuera del pueblo, no duró más de un año. En casa eran nueve hermanos, y sus padres la mandaron a Madrid para trabajar en una familia como cuidadora de niños: «No me hice con la capital. Me trataban muy bien pero yo estaba muy triste. Fue ahí cuando me di cuenta de que lo que quería era estar en el monte rodeada de las cabras».

las cabras tienen un papel muy importante en el cuidado del monte. Desbrozan contra los incendios y abonan la tierra

La Sierra de Gredos es su territorio. Se crió en este entorno natural cuando aún quedaban alrededor de ocho familias de cabreros asentadas «arriba en el monte». Pero el oficio es sacrificado y a día de hoy solo quedan ella y Roy, su fiel Golden Collie. Juntos pastorean y recorren estos senderos salpicados de tomillo y lavanda salvaje. A diferencia de otros cabreros, ella apostó por la ganadería extensiva, donde las cabras pastan en libertad por el monte. Y no importa si una de ellas pare lejos del corral, Maribel vuelve con el chivato a cuestas mientras cae la noche. El esfuerzo la compensa, «son mejores cabras y la leche tiene más sabor», asegura la pastora. «Además las cabras tienen un papel muy importante en el cuidado del monte. Desbrozan contra los incendios y abonan la tierra».

Cabra verata, en peligro de extinción

Tras el paseo diario, las cabras vuelven al corral para ser ordeñadas de manera mecánica. La leche pasa a unos tanques de frío para ser transportada a la cooperativa del pueblo y distribuida a queserías y centrales de leche. Pero la jornada laboral de Maribel no ha terminado. «Una vez en casa, me tengo que meter con el amplio papeleo administrativo y atender los pedidos de cabritos». Ella misma montó su página web donde vende cientos de cabritos lechales al año por toda España. Es una carne natural, tierna y de excelente calidad, ideal para consumirla asada o en caldereta.

Su labor ha sido varias veces premiada por ser mujer emprendedora en el medio rural. Un título que sirve para callar las dudas sobre sus competencias. «Hay personas que pensaban que no iba a poder llevar toda la explotación sola. Reconozco que a veces es muy duro pero es muy gratificante y me aporta muchísimo. Las cabras me lo dan todo», comenta Maribel mientras recuerda uno de los episodios más duros que vivió con su rebaño. Hace dos años, casi pierde a la mitad de sus cabras, que se habían intoxicado con una seta. Unas cien murieron, otras 40 abortaron. «Lloré mucho, fue muy duro pero me agarré para tirar adelante, no solo por mí, sino sobre todo por ellas». Un ejemplo de superación, Maribel abre las puertas de sus instalaciones a todo aquel que quiera conocer de cerca el oficio de cabrera, uno de los más antiguos de la humanidad.

www.cabritosmaribel.es