Durante las primeras dos semanas de mayo el concierto de cantos pajariles en La Vera está en su apogeo. Muchos ruiseñores cantan toda la noche y buena parte de la mañana. Después de un pequeño descansito por la tarde (la siesta tiene que saberles a gloria) empiezan otra vez cuando cae la noche para cantar sin parar hasta empalmar con otro coro del alba, las otras especies entrando cada una a su hora como instrumentos de una gran orquesta dados la entrada sucesivamente por un director (sobre)natural. El orden de su apariencia, en efecto, es bastante regular y previsible. Quitando las aves que cantan por la noche (el ruiseñor mismo, la totovía, el cuco) la secuencia en la Vera es, más o menos así: golondrina, colirrojo tizón, petirrojo, mirlo, chochín, oropéndola, zarcero, currucas cabecinegra y carrasqueña, escribano soteño, curruca capirotada y, casi siempre el último de todos, el bueno del pinzón.
¿Cuál es la razón que explica esta secuencia? No sabemos a ciencia cierta. Pero parte de la explicación puede ser sus maneras diferentes de cantar. Las aves cantoras insectívoras/omnívoras (los que suelen tener los cantos más llamativos) se pueden desglosar en dos grupos: las que dan actuaciones estáticas, como el mirlo y el petirrojo, y las que suelen comer mientras cantan, siempre moviéndose por el árbol, como la curruca capirotada. Tiene sentido, pues, que un ave de la primera categoría aproveche el tiempo de media luz, antes de poder comer, para recordar a su hembra que tiene el macho más fuerte del barrio, que ha sobrevivido con fuerza la noche. Pero un ave del segundo tipo, como la capirotada, no va a cantar hasta que haya suficiente luz para buscar los insectos y cantar a la vez. En cuanto a un ave granívora como el pinzón, que no tiene que atrapar nada, ¿pá qué madrugá?
En los pueblos ya se oye el sonido más característico del verano. El grito aéreo de los vencejos. El vencejo es un milagro de la evolución que podemos disfrutar diariamente en cada pueblo de la Vera. Es una máquina hecha para volar. De hecho, tan largas son sus alas y cortas sus patas, que no puede despegar desde una superficie llana. Por eso crían en los aleros desde donde se dejan caer hasta coger el vuelo. La gran mayoría de los vencejos solamente dejan de volar para criar. Todo el resto del tiempo vuelan. Comen en vuelo, duermen el vuelo, cogen el material de su nido en vuelo, copulan en vuelo . . . El día 22 de mayo tuve la suerte de pillar una de estas cópulas áreas. La pareja me sobrevolaba gritando y agitando las alas, luego se juntaban, el macho con las alas arriba y la hembra con las alas abajo, haciendo una estrella fugaz negra de un segundo de duración antes de separarse.
La matemática de esta vida área es asombrosa. Los vencejos no llegan a la madurez reproductora hasta tener 3 años. Después de dejar el nido, entonces, un joven no tiene motivo de “aterrizar” durante todo este periodo de 3 años, volando a África y volviendo para coger el truco de la migración. La primera vez que un ave de 3 años se agarra a un alero, pues, ya listo para anidar, se calcula que puede haber volado un millón de millas sin parar . . . que se dice pronto.
Además del vencejo común, también cría en algunos pueblos de la Vera el vencejo pálido. En Villanueva hay una pequeña colonia de 6 ó 7 aves en las casas más al oeste. En vuelo es casi idéntico al común, a menos que se pille con luz muy buena para ver que, en efecto, es más pálido, pero el grito es algo diferente, un schwuuuuuu en vez del consabido schwiiiiii .
Pues el baile crepuscular de este milagroso pájaro podemos disfrutarlo en cualquier plaza de la Vera, cerveza en mano para mejor disfrutar del espectáculo. Animados.