Dos figuras incansables de la danza española cautivados por la energía de Villanueva de la Vera.
Víctor Ullate y Eduardo Lao forman una de las parejas más influyentes de la danza en España. Con décadas de trayectoria y decenas de obras compuestas y dirigidas a sus espaldas, los bailarines, coreógrafos y directores de la escuela Víctor Ullate Ballet y de la Fundación para la Danza Víctor Ullate no tuvieron inicios comunes. “Recuerdo que mi familia hacíamos la vida en la cocina y de bebé, cuando oía música, me ponía a reír o a llorar, bailando todo el tiempo”, recuerda Víctor (Zaragoza, 1947). Sus padres no tardaron en apuntarle a clases, pero fue Antonio Gades quién primero se fijó en la promesa del joven bailarín y animó a que entrase en la escuela de María de Ávila. “Era una escuela de niñas repipis, pero pude entrar en la escuela y dar clases temprano, antes de que llegasen las niñas”. A los cuatro años se unió a la compañía de Antonio Ruiz Soler, con el que emprendió el vuelo internacional. “Fue un regalo de Dios. Cuando volví a España se me hacía muy costoso” asegura el bailarín.
Eduardo, por su parte, conoció el mundo de la danza de otra manera. “Me pasaba la vida en las discotecas, era lo que más me gustaba. Cuando terminaba los deberes, con trece años, me iba a la discoteca y ganaba todos los concursos a los que me presentaba” afirma sonriente. El granadino se fue a Madrid para formarse y se topó con la escuela de Víctor Ullate, donde desarrollaría su trayectoria como bailarín y coreógrafo durante los siguientes treinta años.
En 2019 se echó el cierre a la escuela y la fundación, poniendo punto final a toda una etapa que deja un sabor agridulce. “Aquí tengo premios, pero a la hora de la verdad no me sirven de nada porque se han cargado la escuela. Una escuela que llevaba 36 años, se la han cargado. Me da pena haber dado tanto para que ahora se lo hayan cargado de tal manera”, lamenta Ullate. Eduardo lo achaca a una falta de interés general, afirmando que “en España no hay interés porque no hay una base cultural en la gente. ¿Cómo se van a interesar por algo que no conocen?”, aunque añade un punto de optimismo: “El legado está allí, la reputación está allí. Ha sido un cierre muy dramático, pero aquí las cosas se olvidan rápido”.
“El encanto que tiene Extremadura es la no-masificación. Que se enfoquen las cosas en un turismo cultural y gastronómico me parece muy bien”
El cierre de una puerta les ha abierto otra: la de conocer y convertir la zona de La Vera en su nuevo hogar. Han encontrado en Villanueva de la Vera un oasis alejado del ruido y el ritmo de la capital, en una preciosa casa con vistas al pico Almanzor que comparten con sus perros y sus dos loros. Un soplo de aire fresco más necesario que nunca que les brinda la oportunidad de emprender nuevos proyectos.
Pregunta: Al final habéis elegido venir a La Vera. ¿Por qué elegisteis esta zona?
Eduardo: Hace como diez años venimos a Candeleda, pasamos el fin de semana y vimos que esta zona era desconocida. Era tan bonito, nos gustó muchísimo, así que buscamos algo por aquí. Llegamos a esta casa y nos gustó por su energía, queríamos naturaleza salvaje y estar realmente en la montaña.
Víctor: Estuvimos viendo muchas zonas. Nos dijeron que en esta zona no se podía construir. Nos gustaba el sitio y estaba la casa, aunque nos hubiera gustado haber hecho una casa desde cero, que hubiese sido más fácil.
E: Sí, pero al final es el sitio lo que vale.
P: Ahora que lo conocéis un poco mejor, ¿qué es lo que más atractivo encontráis de la zona?
E: Como hemos tenido un cambio tan brusco de estilo de vida, nos gusta todo: nos gusta la tranquilidad, la gente…
V: La gente cambia. En Extremadura, la gente es muy amable. Ahora hemos podido comprobar que Madrid es mucho más hostil y duro. La gente en Madrid antes era hospitalaria, pero en los últimos años se ha convertido en una ciudad muy agresiva en la que no tienes tiempo de nada. Me pongo histérico. Conocemos a gente en Madrigal, tenemos amigos en Villanueva también. Pero así de haber hecho cenas o fiestorros o algo, no. Mientras tanto, nosotros estamos entretenidos, la verdad”.
P: ¿Qué percepción sentís que tiene esta zona en el resto de España?
E: En líneas generales, se conoce el pimentón y poco más. La gente de Extremadura sabe que el norte de Cáceres es especial. Hay mucha agua, todo lo contrario de lo que la gente piensa que es Extremadura, que es un secarral donde no hay nada más que buenos embutidos. A nivel de naturaleza, es una pasada. Yo me sorprendí hace unos años de la cantidad de agua.
V: A mí la lluvia no me hace especial ilusión. Especialmente cuando los perros no quieren salir. Pero gracias a ella tenemos estas vistas y esta naturaleza. Cuando hay sol, es maravilloso. Tengo que decir que me hipnotiza el Almanzor, lo veo a todas horas y siempre va cambiando según la luz, el día… Nunca parece igual.
P: ¿Hay algo de la zona que os gustaría ver cambiar o desarrollarse?
E: Creo que hay que hacer las cosas con mucho cuidado. El encanto que todavía tiene Extremadura es la no-masificación. Que se enfoquen las cosas a un turismo cultural o gastronómico me parece muy bien, pero hay que huir del turismo vacacional “con mayúsculas” para mantener la esencia de la zona.
P: ¿Tenéis algún proyecto entre manos?
V: El año pasado hicimos Antígona en Mérida, que tuvo mucho éxito, y el presidente de Extremadura quiso hacer una escuela en Cáceres con la Fundación para ayudar a niños desfavorecidos que quisieran bailar. Hemos hablado también de hacer un Museo de la Danza Víctor Ullate, lo cual propuse al alcalde de Villanueva. En ese punto estamos.
También queremos dar clases y cursos intensivos los fines de semana y de verano. Con la pandemia hemos tenido que parar y la cosa se ha congelado un poco porque no puede venir gente de fuera. Esperamos que para el año que viene podamos retomarlo para alumnos y profesionales que vienen para disfrutar de la naturaleza.
E: Nuestra idea no es crear una escuela, eso ya lo hemos hecho. Nos gustaría que viniera gente con algo de nivel para darles clases magistrales a los que quieran desconectar pero seguir formándose al mismo tiempo.
P: ¿Ha sido difícil adaptarse al nuevo ritmo después de tantos años en activo?
V: Al principio nos costó bastante, pero ahora he visto que es un placer. No tener obligaciones o presiones ni preocupaciones económicas constantes. Tuve dos infartos y el año pasado otro, ya era suficiente.
E: Al final ha sido una suerte que nos haya pasado lo que nos ha pasado.
P: Si visualizáis La Vera en cinco años, ¿cómo os gustaría verla?
E: Si te digo la verdad, cuando nos vinimos a vivir aquí nos hacía mucha ilusión lo de los cursos de verano y lo hablamos con el alcalde. Queríamos que fuese un referente de danza diferente de los que hay en el mundo entero. Poder ofrecer clases con Víctor Ullate para atraer a gente de todo el mundo. Si a las buenas instalaciones y un buen maestro le añades el encanto de la zona y poder hacer una actividad o excursión con los alumnos que vengan, das a conocer a Villanueva por un hecho cultural muy atractivo. Cuando pase todo esto, nos encantaría poder hacerlo. Y que Víctor vuelva a dar clases va a ser un pelotazo, tenemos que plantearlo bien para hacerlo en condiciones cuando todo esto pase.